lunes, 18 de mayo de 2009

Todas las muertes

No es fácil escribir sobre alguien que se muere. Sobre todo porque siempre se cae en lugares comunes o frases hechas, más que para homenajear al difunto, en realidad para florearse un rato delante de los demás lectores.
Pero a mi en estas semanas me han pasado cosas fuertes con respecto a la muerte. Se murió nuestro perro (de viejito, pero cómo nos hizo mierda por dentro); después un amigo de papá, conocido. Después, mi tío que no aguantó hasta esperar un trasplante. A los días, un vecino. Y ayer, un poeta. La muerte gira sobre mi cabeza y lo único que hace es darme más preguntas que respuestas.
Nada nuevo para a historia del hombre. Pero para mi insignificancia una tormenta de dudas y tristezas. Recreo en mi corazón otras muertes queridas y me digo que así es la vida. ¿Cómo será mi propia muerte? Una mezcla de soledad y llanto entre algunos renglones. ¿Sobreviviré a mis hijos? No quiero. No lo soportaría. ¿Quién se irá primero, mi marido o yo? No sé. Aferrarse a la vida hace daño, tanto como pensar que algún día no la tendremos más.
Confuso el camino, ausente de certezas. nada más que la muerte gira y no se cansa. Alguna palabra y la necesidad de permanecer en el tiempo. Sólo el artista permanece, porque tiene el don de descubrir lo perenme.

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