martes, 7 de julio de 2009

Estar atento al silencio estruendoso de la muerte.
Girar la cabeza esperando no encontrarla.
Caminar ligero para ganarle una vez más la partida.
Sentir que las manos frías son solo porque ha dormido destapado.

Sábado a la mañana, el otoño está presente
En las calles. Arremolina las hojas amarillas
Y ella está sentada sobre el cordón de la vereda
Atándose los cordones de sus zapatillas.

Es gris la espera como la sala donde estamos
Los que no nos conocemos.
Un acopio de lágrimas se desparrama por el piso
Nadie se levanta pero entre todos nos consolamos.

A lo mejor mañana alguien diga que todo valió la pena
Y volvamos a casa abrazados riéndonos
Por las tonterías que decimos para burlar a la muerte
Que espera, silenciosa, triunfante porque sabe que es cuestión de tiempo.
hoy no me dieron el pésame por la muerte de mi tío.
Nadie sabe en este pueblo quién ha sido.
¿De verdad existió o sólo fue un recuerdo asido para no olvidar la tierra
que nos tiene de hijos?
No soy de acá. No me interesa serlo.
Tengo hijos. Pero ellos son su vida y son su tierra llena de otras cosas
Diferentes a las mías cuando nací en mi querido pueblo.
La tierra caliente, rajante calor que quema los pies
Sin más abrigo que el sol y el cielo claro cerca de un río.
La rioja, villa dolores aún tienen parte de mi sangre
Que se calienta cuando no en un grito.

Busco entre algunos papeles viejos, las palabras que me anclan
A la vida. No tengo dueño. La libertad de un verso
Eso es lo que nos ha unido.
Pésame porque ha muerto. Pésame porque no hay olvido.